Mis padres jamás me creyeron cuando tenía dos años, y solía despertarlos en estado de histeria, temblando y cubierto en sudor. En cambio me ponían de nuevo en la cama.
Mis padres jamás me creyeron cuando tenía cinco años, cuando frenéticamente trate de explicarles los ruidos incomprensibles que provenían debajo del suelo de mi recamara. En cambio, me dijeron que era el sonido de las tablas del suelo moviéndose al entrar el viento.
Mis padres jamás me creyeron cuando tenía 7 años, y les pase los mensajes que las voces me decían para ellos. En cambio me dijeron que solo necesitaba dormir solo un poco más.
Mis padres jamás me creyeron cuando tenía 9 años, y me despertaba con cortes en mis piernas y brazos y mechones de cabello alrededor de mi almohada. En cambio me dijeron que fue simplemente algo que hice en mis sueños. Mis padres jamás me creyeron cuando tenía 12 años, Cuando hice contacto visual con una criatura sonriendo en el umbral mi puerta, dejar de verlo por lo que yo sentí que fueron horas, hasta que lentamente cerró mi puerta. En cambio, ellos me dijeron que era solo mi imaginación jugandome una broma.
Jamás les creí a mis padres cuando tenía 15 años, y sus gritos perforaban el aire como cuchillos, pasando del terror al dolor. En cambio, me dije a mi mismo que solo era el viento. ¿Tal vez mi imaginación jugandome una broma? ¿Quizás solo necesitaba dormir solo un poco más?
Ahora que lo pienso, sólo recuerdo una cosa: yo sonreía todo el tiempo.
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Mis padres jamás me creyeron