Pues bien, la leyenda cuenta que érase una monja a la que sus padres habían forzado a tomar los votos y por lo tanto no ponía mucho empeño en socorrer a los más desvalidos ni a aliviar las penas de los menesterosos. Cumplía sus funciones en el hospital de San Juan de Dios, como ya se ha observado, y era su tarea consolar a quienes tenían pocas esperanzas de superar la enfermedad que los aquejaba. No obstante, por las razones enunciadas, era lenta en el cumplimiento de su deber y aun altiva en el trato con los pacientes, quienes rogaban en muchas ocasiones ayuda y cobijo sin que nadie fuera a brindárselo. Hubo una vez, cuentan quienes refieren esta leyenda, que un moribundo le rogó agua para paliar el sufrimiento de sus últimos momentos, pero la monja se la negó.
Una versión cuenta que el hombre no era sino Jesucristo, quien quería probar la dureza de corazón de la monja; otras variantes simplemente afirman que se trataba de un pobre ser humano en sus instantes postreros. Lo que realmente vale la pena contar es que el hombre murió poco después, lo cual ocasionó a la monja fuertes remordimientos. Pero ya era tarde para arrepentirse: pocos días más tarde la monja moría de una dolencia repentina. Desde entonces las historias que hablan de una mujer con ropajes de monja apareciéndose en horas de la noche en el pabellón de los enfermos más graves en el hospital de San Juan de Dios llevando un vaso de agua en sus manos no han cesado de crecer.
Algunos aseveran que la monja se pasea por los corredores que comunican las habitaciones de los enfermos ofreciendo el vaso, lo que provoca que varios de ellos se lleven un buen susto. Pero hay una recompensa para quienes acepten el ofrecimiento: una rápida e inexplicable mejoría. Al parecer, la monja del vaso no es una psicopompos cuyo propósito es acompañar las almas de los que van a morir a otros planos, sino un alma en pena encerrada en esta sección de la realidad, con una misión que cumplir antes de que su espíritu sea liberado a regiones menos tangibles. La monja del vaso, como es llamada tanto por médicos y enfermeras como por enfermos del Hospital de San Juan de Dios en san José de Costa Rica, seguirá llevando unas gotas de agua a las afiebradas bocas de los dolientes hasta que su deuda quede pagada.
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La monja del vaso