Milena siempre había planificado sus muertes, la última había sido de aburrimiento, y la que le antecedió de puro pavor, por lo que decidió que en esta moriría de placer. Arregló su testamento, hizo una fina carta de despedida y rentó indefinidamente un cuarto de motel. Mientras su amante se esforzaba en quitarle el aliento besando sus pechos ella pensaba contenta que en la siguiente vida moriría de cosquillas.
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La decisión de Milena.