Dicen que hay un hada para cada estación del año.
En la estación de las hojas amarillas, en el Otoño, cuando el verde de nuestros montes se vuelve un conjunto de ocres, marrones luminosos y naranjas brillantes, cuenta la leyenda, que los bosques reciben la visita de unas hadas que llegan para darle fuerza y belleza a las flores tardías.
Son ellas las que arropan a los árboles y afianzan sus raíces para que puedan resistir las inclemencias del tiempo y para que consigan mantenerse en pie, a pensar de la fuerza de los vientos y el rigor de las tormentas.
Esas hadas tienen especial cuidado en cubrir con su estela dorada las ramas y los troncos de los robles, los saúcos, el endrino o el fresno. Protegen a la zarzamora, a la mora, a la castaña, a la avellana.
Cuentan que las bellotas, los frutos de la encina, les atraen especialmente porque tienen forma de campana y revolotean continuamente en torno a ellas, acariciándolas con las alas, intentando hacerlas sonar…
Y si, como manda la tradición, en los primeros días de Octubre recoges del suelo tres bellotas de alguna encina, que estarán, sin duda, impregnadas por la esencia de las hadas del Otoño y las llevas contigo, te aportaran la fuerza, la energía, la vitalidad y la suerte que las Hadas depositan en ellas.
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HADAS DEL OTOÑO