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El fantasma de la cocina.

“Ya se acerca el 31 de octubre y aunque no soy partidario de celebrar Halloween, si soy adepto a compartir historias de terror cuando tengo la oportunidad.

En esta ocasión, no relataré alguna leyenda o historia de otra persona, sino una experiencia personal que me ocurrió hace muchos años, cuando era niño.
Fue en las vacaciones de 1995, yo en ese entonces contaba con 10 años de edad y había estado esperando el verano para poder caminar descalzo por todas partes, ya que me encanta andar sin zapatos. En ese tiempo, yo era un chico muy miedoso y me asustaba por casi todo. Además, yo vivía y aún vivo en casa de mis abuelos, ya que nunca he sido muy apegado a mis padres, aunque me llevo de maravilla con ellos.

Total que una noche a principio de agosto, como a las 11 o 12 de la noche, no recuerdo bien, había salido con mi abuelo a almacenar agua en unos tinacos, ya que el servicio en este lugar es así de pésimo. Mientras mi abuelo se encargaba de llenar los tanques cerca del lavadero, a mi me tocaba llenar los que estaban cerca de las plantas que allí sembraban y que quedan justo frente a la ventana de la cocina de nuestros vecinos. Como ya dije, yo a esa edad era bastante miedoso, así que mientras llenaba los tanques, miraba hacia donde mi abuelo llenaba los otros. Mientras miraba, el gato de mi abuela llegó de su caminata nocturna y se acercó a mi para tallarse contra mis piernas.

Me acuclillé para acariciar al gato al mismo tiempo que el sonido de unos trastes moviéndose llamó mi atención. Me levanté y me dio por voltear a ver la ventana de la cocina de mis vecinos cuya luz estaba encendida y mostraba todo el interior sin problemas. Allí mismo, noté la presencia de una mujer, alta, delgada, de cabello largo y negro; traía puesto una bata de dormir blanca, larga y ligera. Al principio pensé que se trataba de nuestra vecina preparando la cena de su marido que normalmente llegaba a esa hora del trabajo, ya que él, en ese tiempo, trabajaba como chofer de un camión que transportaba obreros a una operación minera cerca del pueblo donde vivimos. No puse más atención y me incliné hacia donde estaba el gato, el cual, en cuanto traté de tomar en mis manos, corrió como si se hubiera asustado con algo. Ciertamente yo no me sentía muy bien porque me daba miedo estar en la oscuridad de la noche.

El agua del tanque que estaba llenando se comenzó a desbordar y achaqué a eso que el gato saliera corriendo, porque ya saben cómo son los gatos. Pero no fue así. Al momento de incorporarme para cambiar la manguera hacia otro de los tanques, miré instintivamente hacia la ventana de la otra casa donde pude ver que la mujer a la que había confundido con nuestra vecina al principio, no se había movido de su lugar, y que el marido no se veía por ningún lado, ni se apreciaba movimiento alguno. Sin esperármelo, la mujer comenzó a moverse y a caminar hacia el pasillo que da al patio trasero de esa casa y justo después de eso, apareció la verdadera dueña de la casa, acompañada de su marido, que apenas había llegado de trabajar. Sobra decir que sentí mi corazón acelerarse hasta lo máximo, mi respiración se agitó y aunque no grité, corrí despavorido hasta llegar con mi abuelo, que ya llenaba el tercer tanque. Le conté lo que había visto.

Una vez relatado lo que vi, mi abuelo cerró las llaves del agua y nos metimos a la casa rápidamente. Aunque hacía calor, me tapé con una sábana de pies a cabeza e intenté dormir, cosa que se me dificultó por el miedo. A la mañana siguiente, y con la curiosidad en mi mente, más no el miedo, me acerqué a mi vecina para comentar lo sucedido. Según me contó, esa mujer siempre se aparece en la cocina y se queda allí parada sin hacer nada y solo se va cuando alguien está por entrar o cuando está a punto de amanecer, pero que nunca ha sabido quién es ni ha visto su rostro. Cabe decir que en ese momento me entró más miedo que la noche anterior y durante mucho tiempo, no volví a estar cerca de esa ventana en la noche o a mirar siquiera hacia allá.

Ahora que tengo mi negocio y que se sitúa cerca de la casa de mi vecina y cuya salida trasera da justamente hacia la ventana de su cocina, me ha sucedido que he vuelto a ver a la misma mujer en varias ocasiones, solo que ya no me da el miedo de la primera vez e incluso, he aprendido a ignorarla. Las personas a las que le he contado esta historia, nunca me han creído, hasta que la han visto junto a mi y han corroborado que lo que digo es cierto”.

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