Un día, en un pueblito muy lejano, mientras la gente grande trabajaba y los chicos jugaban, en el cielo apareció un gran plato volador, de color dorado.
Todos, los grandes y los chicos, se quedaron inmóviles viendo como ese plato volador dorado bajaba del cielo y aterrizaba en el medio de la plaza del pueblo.
Una vez que el plato volador aterrizó, se abrió la puerta y salió un extraterreste que era chiquito y todo verde.
Todos, los grandes y los chicos, seguían inmóviles viendo al extraterrestre, y entonces dijo:
– Uds., los grandes, deben cuidar el medio ambiente.
Y Uds., los chicos, deben vigilar que los grandes cuiden del medio ambiente.
Todos, los grandes y los chicos, asintieron con la cabeza.
El extraterrestre sonrió, saludó, se subió a su plato volador, cerró la puerta y salió volando.
Todos, los grandes y los chicos, se quedaron mirando hasta que el plato volador desapareció en el cielo.
A partir de ese día, los grandes empezaron a caminar y andar en bicicleta en lugar de usar tanto los autos. Dejaron de regar las veredas y empezaron a cuidar más el agua. Dejaron de cortar árboles de los bosques y de tirar basura en cualquier lado.
Y cuando los grandes se olvidaban y empezaban a contaminar el ambiente, los chicos, que nunca olvidan lo bueno, les hacían acordar que debían cuidar el planeta.
Y siempre son los chicos los que nos recuerdan las cosas buenas de la vida, ¿no?
Porque están seguros que son de este planeta.
El extraterrestre