Monstruo en la mitología cántabra, compañero natural del Ojáncanu.Se lo describe como bípedo, muy gordo y achaparrado, pero de gran fuerza. Su cuerpo es de animal pero con cara humana de color negro, con el collar rojo en torno al cuello que reluce de noche. Tiene tres brazos y manos enormes como mazos, pues carece de dedos, y su brazo derecho presenta pintas verdes, y unas piernas robustas llenas de cicatrices y arañazos. Su sangre es blancuzca y tiene una gran voracidad ya que tiene que llenar sus cinco estómagos diariamente de su manjar preferido: las orugas. A pesar de su execrable maldad, los hombres no quieren matarlo, dejándolo morir de viejo. Cuando muere de esta forma y su cuerpo comienza a descomponerse, de sus estómagos emergen unos gusanos blancos. El que encuentre uno de éstos y lo guarde en una caja, se dice que será bendecido con la buena fortuna hasta el día de su muerte.
El Cuegle