Cierto día de octubre de 1987, el canal de noticias local WSB-TV de Atlanta, intentaba llenar un espacio libre en su programación para la mañana del domingo. Tras una serie de solicitudes provenientes de los empresarios de la localidad, decidieron que lo mejor sería que el reverendo Marly Sachs se hiciera con este bloque de dos horas disponibles para que ofreciera una transmisión sobre temas religiosos. Su estreno se hizo el 18 de octubre con muy poca propaganda.
El show tenía el típico set religioso y consistía en que el reverendo se sentaba en un sillón frente a la cámara mientras daba lectura a algunos pasajes de la biblia para después pasar a discutir su significado e interpretación moderna, en la vida cotidiana. El programa se hizo de un número considerable de televidentes y continuó la trasmisión de forma normal hasta principios del mes de diciembre. Fue en esa misma época que la cadena comenzó a recibir algunos reclamos muy extraños de los espectadores de “Palabras de luz con el Reverendo Marly Shachs”.
Las quejas venían de mujeres (solamente mujeres), que de una forma muy vaga hacían referencia a unos periodos de incomodidad en intervalos muy específicos del programa. Describieron sensación de mareo, dolor lumbar, náuseas y visión borrosa. Estas personas quienes llamaban a la empresa, por alguna razón sin lógica, estaban convencidas de que ver este programa les producía estos síntomas. Tras tres semanas de quejas se determinó que estas “sensaciones” se producían en intervalos de aproximadamente 12 minutos durante la trasmisión del programa.
El pequeño staff del estudio revisó todas las grabaciones, tanto de audio como de imagen, y no encontró nada fuera de lo normal. Cuando el reverendo tuvo conocimiento de estas quejas, se encogió en hombros y dijo, misteriosamente, que “algunos no pueden manejar la palabra de Dios…” El responsable del estudio, ante la imposibilidad de explicar estas quejas, decidió mantener el programa al aire.
Para el mes de febrero, la teleaudiencia había disminuido considerablemente y se tomó la decisión de poner fin al programa. El jefe de la cadena pensó que sería mucho más prudente invertir el mayor tiempo posible en la historia noticiosa que tenían los otros dos canales locales, “un rumor: la epidemia de aborto involuntario”. Comenzando fortuitamente en el mes de noviembre, el número de mujeres sanas embarazadas que abortaron en el área metropolitana de Atlanta había alcanzado las 300. El Centro de Control de Enfermedades no pudo encontrar ninguna explicación razonable para este incremento aterrador en los casos de aborto.
El reverendo tomó la cancelación del programa con algo que podría describirse como la indiferencia más absoluta. Cuando fue notificando, el hombre no reaccionó, simplemente asintió con la cabeza, como si ya lo veía venir. Salió del estudio después de que el último episodio fue filmado, no dijo una sola palabra y desapareció para no ser visto nunca más. Nunca nadie supo algo más de él, ni su congregación ni los miembros de la iglesia. El estudio continuó su curso, llenando ese hueco con infomerciales y dando seguimiento a la historia de los abortos involuntarios.
Un año y medio después, un joven que hacía su estadía profesional en los estudios de la WSB descubrió las cintas de las “Palabras de luz” y comenzó a analizarlas en un intento por encontrar metrajes para una pieza que estaban creando sobre el impacto que tuvo la religión en la ciudad. El Incidente de Atlanta (como fue llamada la epidemia de abortos involuntarios por las revista médicas) llegó a su fin tres meses después de que el estudio cancelara el programa del reverendo Sachs y ya había comenzado a esfumarse de la conciencia pública. Mientras el interno analizaba las cintas, accidentalmente hizo un descubrimiento muy inquietante en el metraje.
Al intentar pausar la grabación a los 10 minutos y 45 segundos, accidentalmente atascó el botón de avance rápido. Mientras el material de archivo pasaba a toda velocidad, él intentaba hacer palanca con un destornillador. Finalmente lo logró, la cinta se detuvo a los 32 minutos y 1 segundos. El pasante casi se va de espaldas cuando levantó la mirada y vio lo que se había congelado en la pantalla: era la imagen de una cabeza cercenada en estado de descomposición que abarcaba todo el marco. Tras recomponerse del susto, atrasó la película unos cuantos fotógrafas, luego la adelantó y se dio cuenta que su mente no le había jugado una mala pasada. Comenzó a avanzar en el resto de la grabación y rápidamente descubrió que a intervalos exactos de doce minutos, la misma imagen aparecía en la trama.
Pensando que era una novatada de sus compañeros, le presentó la imagen a unos de los técnicos, listo para que se burlara de él. El técnico parecía tan desconcertado como él. Nadie había manipulado ese material de archivo desde la cancelación del programa. Después de cerrar el estudio y ya por la noche, el pasante convenció al técnico para que le ayudara a revisar todas las cintas de “Palabras de luz”. Descubrieron que cada episodio tenía la misma horrible anomalía.
También se dieron cuenta que mientras el show corría la imagen se hacía más desagradable, los gusanos comenzaban a salir y trozos de cabello y piel caían de forma exponencial de la cabeza. El técnico le dijo al interno que lo que estaban viendo era algo técnicamente imposible, ya que la cinta no mostraba ninguna señal de empalme. Además, él mismo había estado en cada filmación del programa y sabía sobremanera que en ningún momento del show esta imagen puedo haber sido insertada en la trama.
Todo esto se llevó ante el jefe del estudio, quien, temiendo algún tipo de reacción violenta que les impidiera mantenerse en el aire, ordenó que todas las cintas fueran destruidas. Le dijo al pasante y al técnico que en ese punto no tenía el más mínimo interés en saber quién había hecho esto, que “…lo único que importaba era cubrir sus traseros de forma colectiva.” Les exigió que jamás mencionaran esto a nadie.
El técnico siguió con lo suyo, recordando el incidente como una divertida y oscura anécdota personal, pero el pasante no lo dejaría así de fácil. Hizo tantas copias como pudo de las cintas antes de que fueran destruidas y las llevó con él para ver si podía encontrar algo más que apuntara a quién o por qué lo hizo.
Una semana más tarde intentó convencer al técnico para que lo ayudara de nuevo, diciendo que creía haber descubierto algo más preocupante que las imágenes: cuando editó los cuadros individuales, la boca de la cabeza parecía moverse como si intentara articular palabras. El técnico, temiendo que lo despidieran, le dijo que tenía de deshacerse de las copias y nunca más hablar de eso.
Una semana después, la policía atendió una llamada al 911 realizada por una anciana en uno de los barrios bajos de Atlanta. La mujer había escuchado unos ruidos horripilantes que venían desde la casa de su vecino de al lado, donde vivía una joven pareja. Le dijo a los paramédicos que la mujer estaba embarazada y que estaba petrificada de algo que había sucedido. 20 minutos después, a la llegada de los agentes al lugar, no vieron ninguna luz encendida a través de la ventana y la puerta de enfrente estaba entreabierta. Entraron cuidadosamente y se dirigieron a la sala.
Adentró encontraron a una mujer joven, muerta, con su abdomen abierto de una tajada. La herida era irregular y el rastro de sangre iba desde el cadáver hasta el sofá en el otro extremo de la habitación. Allí estaba el esposo, el pasante del estudio, desnudo, con el cadáver de su hijo por nacer a sus pies, muriendo. En una de sus manos sostenía la pieza de metal oxidado que había utilizado para destripar a su mujer. La televisión estaba encendida y se podía ver un bucle de 18 segundos de una cabeza en descomposición pronunciando algunas palabras ininteligibles.
En la oficina de policía la historia que se cuenta hasta nuestros días es que, mientras se llevaban al pasante, nunca paró de repetir “La luz de Dios los llama…”
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12 Minutos – Creepypastas